Cantos IV-XXIV-XXV: "Un hombre"




                                                         [Videocreación de Jorge García, de Ból! Estudio]


De los Cantos IV, XXIV y XXV de La marcha de 150.000.000

[...]

Un hombre se está muriendo y no hace ruido
—por temor a la chicharra
repliega musgo tras el corredor de la muerte
también ella, como yo, se mirara en las manos
asfixiando los pulmones tras el odio del mundo
el
desmoronamiento en desuso
de todos los sentidos
revientan las matanzas y hacen guiños al cielo.
Es un hombre el que no muere
(las manos con agujeros por donde asoma el hombre)
no hace ruido
en una pérdida constante de peines de caídas de flores de paredes
alguien no hace ruido y palpita
la luz en el vaivén de los barcos.

De peines de terrones de panteras de paredes.

Un hombre que no habla
más baja tú que su lenta sumersión en las costillas
no está muriendo no
                                     quiero
ha ganado el pan sobre el orgullo de los tanques-oruga y
no verá jamás el ascenso a la intemperie.

[...] El paso siguiente había sido el arresto, y miles de hormigas hablaron por sus ojos:
sin dar en absoluto la imagen de un héroe,
cayó sobre sí la sonaja de la noche
los pelambres mudos a la noche
en la noche los pelambres y un fuerte amor con menta.
Pronto le llegaron
pronto, padre, le volvieron cumbre, resistencia, capucha en la cabeza,
programaron su hora, el insulto de bañera, la toalla empapada en el licor y la clavícula:
un sorbo intenso de vinagre ante la boca,
al electrodo íntimo entre sus ingles, al
alarido.

[...] Centros de (parecida a ti, loca de guirnaldas)
detención y mutilación sistemática de miembros:
Derb
Muley Chrif,
                       Agdez,
                                      Galaat
M’Gouna, —después de los secuestros y todos los avisos con la tarde des-
cabezándose, sucia, en las ventanas
una causa justa
de un pueblo sujeto a la historia pero sobre todo hermoso en los tendones
y en la débil manera de abrazar el espanto,
un
derecho inalienable de moscas infinitas en la cara
y claridad del camino mientras todo ocurra.

[...] no hace ruido el paso de su nombre por el agua
un hombre no se muere no
en esta región de polvo parturiento, de estaciones,
de lápices y asideros y nubes de pan blanco, no
se está muriendo y nadie
va a decirle ven conmigo
nadie le ha llamado desde el fondo de tus manos
desde un cambio, no, de rumbo, de aguacero,
de ira desnucándole.

[...] Pronto le llegaron
pronto, padre, le volvieron cumbre, resistencia, capucha en la cabeza,
programaron su hora, el insulto de bañera, la toalla empapada en el licor y la clavícula.


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Es Carlos Fierro quien repliega musgo tras el corredor de la muerte. Por temor a que sus padres fueran torturados “a chicharra” en una prisión mexicana (la chicharra es una picana eléctrica para el ganado que se aplica en los genitales de los sospechosos), Fierro se vio forzado a declararse culpable de un asesinato que no cometió. Tras 25 años en el corredor de la cárcel de Livingston (Texas), en julio de 2005 era uno de los 54 ciudadanos mexicanos condenados a muerte en los EEUU.

Derb Muley Chrif, Agdez, Galaat M’Gouna. Centros de detención marroquíes donde decenas de saharauis afines al Frente Polisario han llegado a pasar hasta más de 15 años detenidos; en ocasiones algunos de ellos han muerto y otros han sido mutilados (declaraciones de Mohamed Abdelaziz, secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, el 20 de mayo de 1993, con motivo del XX Aniversario de la Revolución Saharaui).

En este Canto tampoco hace ruido el animal número 64: leyenda de la inscripción de la pulsera con que se identificó a Lahcen Ikassrien, ciudadano marroquí residente en España, cuando las tropas norteamericanas le enviaron a Guantánamo tras su detención en territorio afgano. En febrero de 2007, y habiendo sido ya Ikassrien puesto en libertad (sin cargos), diversas filtraciones a la prensa revelaron que, en diversas ocasiones durante el año 2002, funcionarios españoles del Cuerpo Nacional de Policía habían interrogado a Ikassrien, junto a otros 20 detenidos, en la base naval de Guantánamo, en una operación coordinada entre la CIA y la Unidad Central de Información Exterior del gobierno de España, sin autorización de juez alguno. Lahcen Ikassrien, el «animal número 64», declararía más tarde que, al finalizar en Guantánamo cada interrogatorio por parte de los agentes españoles, los norteamericanos sistemáticamente lo torturaban.


Le volvieron cumbre...clavícula. Ref a Mt 27, 27-31.